miércoles, 13 de abril de 2011

Capítulo 1. Parte 2 - Corea

COREA DEL SUR

Las bombas habían estallado en el pilar principal que sustentaba la estructura del Edificio A de los laboratorios de Biotronics. Los trabajadores que no murieron en la explosión, morían atrapados por los escombros, y los que no, quedaban atrapados en fuego cruzado entre la empresa paramilitar que defendía la planta, y Rebeldes Norcoreanos de las guerrillas. Nadie sabía cómo podían haber penetrado la férrea seguridad que rodeaba al recinto y colocado las bombas sin que nadie se enterase. Los trabajadores de las plantas B, C, y E estaban siendo evacuados en lanchas motorizadas y helicópteros, en caso de los científicos con cargos más importantes. La planta D estaba siendo ocupada por los Norcoreanos, que acababan cruelmente con las vidas de todo aquel que veían. La empresa paramilitar era superior en armamento, pero los rebeldes se contaban por cientos, mientras ellos eran unas pocas decenas. Obuses caían peligrosamente cerca de los mercenarios.

-¡Con fuerza! – gritaba Saunders, capitán en jefe de la empresa de defensa- ¡¡¡No podemos vencerles, tenemos que ganar tiempo para que evacúen a los supervivientes!!! – Un joven soldado enemigo corría hacia él gritando, con la bayoneta en alto. Sin mucho esfuerzo, saltó a un lado y lo esquivó, sacó un largo cuchillo de su bota derecha y contraatacó, cortándole la mano derecha como si fuese un trozo de mortadela. Arrodillado, el joven soldado lloraba en grito por el dolor. Saunders se acercó a él y clavó el cuchillo a través de la abierta boca del soldado, atravesándole la cabeza desde abajo. Retiró el cuchillo y lo guardó.- ¡No podemos permitirnos seguir perdiendo terreno! ¡Lanzad las bombas A6!

La orden pasó de boca en boca, hasta llegar a uno de los mercenarios, que lanzó su mochila hacia un grupo de norcoreanos. Éstos, al verla, intentaron huir de ella, pero poco pudieron hacer, puesto que al momento una masa de fuego les envolvió, acabando con sus vidas. No obstante, pese al par de decenas de soldados muertos, aún quedaban cientos de ellos con vida, y seguían avanzando.

-¡Retirada! – Ordenó Saunders. Vio una rudimentaria granada caer junto a él.- ¡CUIDADO! – Saltó a un lado, intentando apartar con él a uno de sus compañeros, pero la granada estalló, haciendo volar por los aires al soldado. Con la explosión, una pequeña roca saltó del suelo, y golpeó en la ceja a Saunders. Dos soldados que le vieron acudieron raudamente a socorrerle.- ¡Estoy bien! – un pesado reguero de sangre caía de su ceja- Hay que conseguir conservar al mayor número posible de soldados y atrincherarse en el edificio E hasta que lleguen los refuerzos- Los dos soldados le llevaban a cuestas- hemos conseguido que la mayoría de científicos fueran evacuados, es todo lo que podíamos hacer, ahora a correr.

La orden fue recibida, y los soldados fueron turnándose para cubrir su retirada hasta llegar al edificio E, tarea más complicada de lo que parecía, puesto que se encontraban a 500 metros de él. No obstante, los soldados estaban bien preparados. Consiguieron activar trampas que cubrían también su retirada, cargándose a unos cuantos norcoreanos de camino. Saunders debería sentirse orgulloso, pero no lo estaba. No disfrutaba. Habían perdido a muchos buenos soldados en la contienda; y lo que es peor, a muchos científicos, técnicos, mecánicos… que trabajaban en la planta. Habían fallado a su palabra.

Aquellos evacuados en lanchas eran perseguidos por los rebeldes, y muchos de ellos cayeron. Aquellos que fueron en helicóptero gozaron de mayor suerte, pues las guerrillas, mal preparadas, no contaban con ningún mecanismo de ataque a los vehículos voladores.

Era una carnicería. Saunders estaba furioso. Se libró de los otros dos soldados y levantó su fusil. Preparó un cargador y miró a los norcoreanos. Disparó y disparó. Los rebeldes caían como moscas.

-Por mi madre, hijos de puta, que esta noche no vais a salir vi… - Pero nunca llegó a terminar esa frase.

Un gran destello de luz surgió del centro de la planta, que barrió el terreno en todas direcciones, y con él, toda la vida en cinco kilómetros a la redonda.

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